La peor plaga de los alcornoques, El Hombre
Cuando terminé de comer, cogí el tapón de corcho para llevarlo conmigo como había prometido.
Una vez ya en el coche lo puse sobre el salpicadero:
—Aquí estarás bien. Vamos ahora a mi casa, hay bastantes kilómetros. Por cierto, ¿Cómo te llamas?
—Me llamo Taponel.
—Bueno, Taponel, empezamos el viaje. Más adelante vamos a llegar a una zona donde hay alcornoques, vas a ver a tu familia, te va a gustar.
—¡Qué alegría! Dijo dando un respingo.
Pasado un tiempo de viaje, llegamos al lugar de los alcornoques:
—Taponel, ahí está tu familia ¿Estás contento?
Taponel no me contestó, se quedó mudo.
—Taponel, ¿qué te pasa? insistí.
—Esto es un crimen. Están matando a mi familia.
—¿Por qué la están matando?
—Mira las ramas tan gruesas que han cortado. Esas no se pueden cortar nunca, aunque estén mal colocadas. Esas heridas no van a cicatrizar. Los alcornoques pueden cerrar sus heridas, pero no todas. Cuanto más pequeñas sean las heridas, más pronto cicatrizan y no se exponen a plagas y enfermedades. Las heridas grandes tardan mucho tiempo en cerrar o no cicatrizan, y en ese tiempo el árbol está expuesto a sufrir daños irreparables. Solamente pueden cicatrizar las heridas no muy grandes que tienen la corteza que no se ha extraído nunca. Son las que tienen el corcho más blanco (bornizo). Si te fijas en ese alcornoque, tiene las heridas de ramas cortadas de las que ya se ha extraído el corcho, es la parte más oscura. Esas heridas no van a cicatrizar nunca. Los han mutilado, se van a morir, es un crimen.
—No lo sabía. Te he traído aquí para que tengas una alegría.
—No tienes culpa, lo has hecho con la mejor intención. Pero no lo tomes a mal, me has traído a ver el martirio que sufre mi familia.
A medida que pasaba el tiempo, Taponel estaba más flojo, parecía que se deshacía. Chillando,
me dijo:
—Mira ese alcornoque, parece que me ha reconocido. Tiene los brazos abiertos, parece que quiere abrazarme, pero se los han cortado, está mutilado. Arriba tiene un agujero, es de una rama gruesa que le cortaron hace años, por ahí se está pudriendo. En el suelo están los brazos que le han cortado, ¿para qué?
Taponel estaba triste, estaba viendo a su familia martirizada y destruida.
—Cuánto siento que veas todo esto.
—Ahora entiendo a mi padre. Mi padre me decía muchas veces: “La peor plaga que tenemos los alcornoques es el hombre. Es la que más daño nos produce.”
Seguíamos viendo diversos miembros de la familia de Taponel, todos estaban igual, maltratados.
Llegó un momento en que noté en mi mano que Taponel se estaba hinchando.
Dio una voz fuerte:
—Vámonos, a esto hay que darle una solución.
Se puso a llorar fuertemente.
Nos montamos en el coche y reanudamos el viaje.
Vi a Taponel mirando a su familia, despidiéndose de ella, y por sus ojos se le desprendían unas lágrimas.
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