La Ceremonia
En el ser humano, probablemente la ceremonia más importante de su vida es el matrimonio. Se reúnen las familias, los amigos, los organizadores y dependiendo de la situación económica se diseña la boda.
Después se comienza el maridaje, con sus altos y bajos, se llega a la vejez, y los protagonistas desaparecen del mapa sin que nadie vuelva a acordarse de lo que pasó en la dichosa ceremonia.
Algo completamente diferente ocurre con el vino; aquí, a la boda, sin ceremonia, concurren tres protagonistas: el vino, la botella y el tapón como testigo.
La situación económica también es importante. Si el vino es pobre, cualquier cosa sirve, incluyendo el cartón y para eso no se necesita testigo alguno.
Luego vendrán los vinos más acomodados y ahí sí, entrará en juego el testigo, aunque cuando no hay mucho dinero, cualquier testigo sirve, con tal que esté presente en el momento de la ceremonia. Aunque algunos se presenten sólo a firmar. En estos casos, los vinos ni siquiera entran en la ceremonia, solamente se destapan y se beben.
Sin embargo, cuando los vinos pertenecen a una clase superior, bien sean del año, de guarda, reserva o gran reserva, es necesario realizar la ceremonia, esta se conoce como la ceremonia del descorche.
Es necesario hacerlo puesto que estos vinos han estado en la botella varios años, haciéndose y envejeciendo para el deleite del consumidor.
Si el ministro oficiador es buen conocedor de su oficio, antes de abrir la botella, explicará a los participantes de la ceremonia, el origen del vino; si este tiene certificación de origen, indicará los años en barrica y los años en botella, de igual manera mostrará la distancia entre el vino y el tapón mayor a 15mm, y alguna otra peculiaridad o anécdota que ayude a crear un ambiente de expectación.
Una vez lograda la atención de los participantes, el sumiller, limpiará la botella, principalmente el gollete para protegerlo del polvo. A continuación, cortará aquel y descubrirá y mostrará a los asistentes de la ceremonia, la parte superior de la botella. Este deberá estar seco, demostrando que no ha habido derrame alguno en el transcurso de su vida.
El gollete de las botellas tiene generalmente un diámetro de 18 mm y el tapón deberá tener 6 mm más, es decir 24 mm para lograr la debida estanqueidad.
El sumiller, limpiará la cabeza de la botella y procederá a extraer el tapón.
Se considera que el largo del tapón deberá ser consistente con los años del vino en botella. Los tapones de un largo de 38 o 39 mm sirven para un embotellado de 2 años, los de 44mm hasta 10, los de 49 hasta 20 y los de 54mm de largo para los vinos gran reserva de más de 20 años.
En la extracción del corcho, el sumiller deberá mostrar el corcho a los participantes para verificar que el tapón es perfectamente cilíndrico, sin doblez ninguna, que está húmedo en la parte del contacto con el vino, indicando la posición horizontal de la botella durante su conservación y hará olerlo para mostrar la ausencia de olores extraños en el mismo.
Finalmente escanciará una pequeña porción en su escudilla, probará el vino y una vez dada su aprobación servirá una pequeña porción al padrino de la ceremonia para que él de la suya. Con esto quedará terminada la ceremonia.
Habla el testigo.
¡No!, ahí no acaba la ceremonia.
Lo que no se fija nadie es que yo quedo en la mesa. Veo como cada uno de los participantes degusta el vino y observo sus caras,
Inconscientemente uno me toma en sus manos, me observa, me acaricia, me estruja y me huele, no sabe por qué lo hace, pero lo hace.
Luego me entrega a otro comensal que hace lo mismo y así soy acariciado por todos los participantes de la ceremonia.
Este es mi momento de gloria después de haber estado varios años dando vida al vino con el que se deleitan.
Inconscientemente sus caricias son su agradecimiento pues sin mí, no lo estarían degustando el rico néctar… y yo… me siento feliz con el deber cumplido.
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